Aspas se viste de héroe para llevar en volandas al Celta

El rey del Celta se llama Iago y se apellida Aspas / AFP

Sergi Montes

El Príncipe de las bateas también lo es de las guerras, de las escaramuzas, de las finales en pleno de mes de febrero, de los partidos a vida o muerte. Iago Aspas tiñó de celeste el acto de fe del equipo celeste, en inferioridad numérica durante 70 largos y tensos minutos. Carácter, liderazgo y un gol providencial que le bastó a los gallegos para dejar en la lona a un Leganés al que el ‘affair’ Braithwaite le pesó como una losa, carente de pólvora e incapaz de meter mano a un rival con diez.

Empezó arriba el Leganés, equilibró por bajo el Celta. Pero una horrible entrada de Bradaric a Bustinza cambió de manera repentina el choque. Munuera Montero le mostró la roja directa, dejando atónito y enrabietado a un Celta que se vio perjudicado por una acción muy similar a la que protagonizó Gareth Bale una semana atrás y que solo le costó la amarilla. Balaídos, en pie de guerra. Al equipo de Javier Aguirre, lógicamente, se le abrió el cielo. Los nervios jugaban muy malas pasadas a unos vigueses frustrados, y el equipo pepinero dio un paso adelante. Una doble ocasión a balón parado que no entró de milagro y un remate franco de Recio metieron el miedo en el cuerpo al Celta, con el hilo del encuentro perdido y visiblemente descentrados.

Aspas al rescate

El efecto de la expulsión de Bradaric parecía devastador. Pero la escuadra de Óscar García supo llevar el duelo a un terreno donde se sintió más cómodo que el Leganés. Los madrileños se quedaron en tierra de nadie ante unos gallegos prolíficos en aspavientos, que trabaron acertadamente un duelo a cara de perro, los 22 con el cuchillo entre los dientes. Una roja reconvertida en amarilla a Óscar terminó por espolear al Celta y Iago Aspas, pillo y listo como pocos, rozó lo justo un envío lateral para dar alas a su equipo.

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Cuánto se acordaron los pepineros del danés Martin Braithwaite. A pesar de intentarlo, siempre dio la sensación de que no podrían romper su mala racha liguera, habiendo sumado una sola victoria en sus siete últimos partidos. La falta de pegada, de mordiente arriba, fue patente en un Balaídos exhausto pero que acabó cantando por peteneras la Rianxeira. Subidón de alegría y golpe sobre la mesa en la Liga Santander.

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