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Asedio con la pólvora mojada de Osasuna y Valladolid

Unai y Guardiola desperdiciaron dos oportunidades de oro en la segunda mitad

Una parte para cada uno y un punto a repartir que se antoja justo a todas luces

Sergi Montes

El duelo directo entre Osasuna y Valladolid se saldó con un empate que era casi inevitable. Con dos ocasiones muy claras para cada uno y la falta de puntería como pecado mútuo. No en vano, los rojillos no habían ganado en sus últimos cuatro partidos, siete en el caso de los blanquivioletas. Los de Jagoba Arrasate apretaron las tuercas del Pucela en el tramo final, peor antes sufrieron para resistir ante el equipo de Sergio González, incapaz de vencer a domicilio desde septiembre lejos del José Zorrilla.

Igualdad por bandera en la primera parte. Con mucho tesón el Valladolid, eso sí, para desarbolar la presión asfixiante que practica Osasuna en El Sadar. Frustrados los planes del equipo de Jagoba, el Pucela mostró una notable versión con sus cinco defensas, tapando los pasillos interiores y buscando bien a Sergi Guardiola. El delantero progresó un par de veces con bastante peligro, pero la más clara fue para los rojillos. Joaquín se despistó y Adrián, extrañamente solo, no definió con todo a su favor por oposición de Herrera.

La reanudación evidenció que el Valladolid había dado con la tecla. La escuadra castellano-leonesa, a salvo de las oleadas pamplonicas, encerró a su rival y tensó la cuerda al máximo. Unal, en semifallo, remató con el pecho y desperdició una oportunidad pintiparada. Guardiola, un martillo pilón a la espalda de los navarros, malogró otra tremebunda al picarla en exceso y enviar su vaselina al larguero. 

 

A la chita callando, Osasuna se desdijo, encabronó el choque y revertió la situación. A empellones, el dominio pasó a ser navarro. Abrasaron los rojillos a los pucelanos a base de insistir en balones aéreos. El Chimy, siempre él, rozó la machada con un zurriagazo de volea.