Es difícil jugar más de una hora con un futbolista menos. Sobre todo ganar. Pero todavía cuesta más, si se cometen errores. De esos que cuestan muy caro. Todo esto le pasó ayer al Girona en Oviedo. Un equipo que sigue sin despegar y lejos de lo que dice la teoría. A la práctica, la plantilla más cara de Segunda no obtiene los resultados esperados.
Se dejó tres más en el Tartiere. Porque le dio demasiadas facilidades al rival y porque Vicandi Garrido se precipitó al expulsar a Granell al cuarto de hora, con dos amarillas consecutivas. Una decisión rigurosa, evitable y perjudicial. Pese a ello, los de Unzué se levantaron tras los dos zarpazos de Ortuño, letal en los últimos metros y quien aprovechó como nadie los regalos de Alcalá y Juanpe.
En el 34 y con el 2-0, todo parecía sentenciado, pero apareció Stuani. El de siempre. Justo antes del descanso, acortó distancias. Y si no llegó el empate en el inicio del segundo acto fue por pura mala suerte y porque Champagne reaccionó a tiempo tras el cabezazo de Alcalá.
Borja Sánchez parecía dinamitar toda esperanza de remontada con el tercero, aunque Gual volvió a darle emoción al choque con el 3-2 en los minutos finales. El atacante remató de volea un balón colgado desde la esquina. Y también de córner Stuani tuvo las tablas, pero su cabezazo se perdió por muy poco.
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La puntería que sí tuvo Bárcenas, que acababa de entrar, para culminar un contragolpe y finiquitar el partido en el 90. Sexta derrota en doce partidos del Girona y Unzué que vuelve a estar en la cuerda floja.