Pocas jornadas atrás, el Girona habría sido incapaz de levantar un partido como el que se encontró anoche. Ante un Deportivo en racha, se vio por debajo en el marcador con dos tantos, uno en cada parte. Un par de llegadas fueron suficientes para que Mollejo y Bergantiños pusieran el 2-0 en el electrónico.
Un resultado abultado y puede que injusto. No hizo un mal partido el conjunto de Martí. Movió con cierto criterio el balón y solamente le faltó contundencia en las áreas. No disparó entre los tres palos en el primer tiempo; sí en el segundo, buscando el empate cuando la diferencia era mínima, pero nadie estuvo del todo acertado. Mordía, presionaba con acierto y encerraba a su rival.
Fue un mazazo el segundo gol, antes de que Riesgo evitara el tercero con una mano milagrosa ante Çolak. Stuani vio la quinta amarilla y el reloj corría sin dar tregua. El panorama, a un cuarto de hora del final, no era esperanzador. Pero este Girona es otro. Tiene fe. Resucitó con un tanto lleno de oportunismo del de siempre. Stuani, atento en el área, agarró el rechace en una falta lateral. A pocos metros, fusiló a Dani Giménez.
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Había esperanzas. Se encargó de traducirlas en hechos él mismo. El 7 tomó la responsabilidad para ejecutar un penalti que el VAR tuvo que explicarle a Figueroa Vázquez, que había señalado la falta de Montero sobre Brandon fuera del área en un primer momento. No falló, como casi siempre.