Al mismo tiempo que su equipo, el Sky, colgaba un vídeo en el que se le veía entrenando en el Zoncolan, uno de los puertos más temibles del Giro que arranca este viernes en Jerusalén, los rumores sobre la posibilidad de que el Tour de Francia vete su presencia en la próxima ronda gala se multiplican: todo alrededor de Chris Froome es una gran incógnita desde que el ciclista británico ofreciese un nivel muy superior al permitido por salbultamol (el broncodilatador que usan los asmáticos, el popular Ventolín) en la pasada Vuelta a España.
Pero a falta de sanción oficial, Froome es un ciclista libre para competir: no ha sido suspendido por su equipo ni por la UCI y su licencia de ciclista sigue plenamente vigente: dio positivo por una sustancia sujeta a una exención médica, de ahí que no haya sido suspendido de manera inmediata. Si hubiese dado positivo por otra sustancia, Froome hubiese sido apartado de la competición de manera fulminante.
Ahí residen las dudas que rodean el caso: mientras preparaba la temporada, Froome también preparó la defensa junto a sus abogados. si gana en los despachos, todo quedará en el olvido, pero si pierde, podría revivir lo que le sucedió a Alberto Contador en 2001, cuando ganó el Giro pero posteriormente fue desposeído de la victoria por la sanción de la UCI.
un reto histórico
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Dispuesto a enlazar las tres grandes con victoria (Tour y Vuelta de 2017, Giro de 2018), una hazaña nunca vista desde los tiempos de Bernard Hinault, Froome se defiende como buenamente puede. “Sería una gran lástima para la carrera si el defensor del título y cuatro veces ganador no puede estar en esa salida”, explicó a Eurosport sobre los rumores que apuntan a un posible veto de Tour mientras su caso no se cierre en un sentido u otro.