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Leo Messi marchó muy molesto al vestuario al descanso del partido ante Brasil, por las continuas faltas que recibió a lo largo de los primeros 45 minutos sin que el colegiado acabara amonestando ninguna entrada al 10 argentino.
Tan harto acabó de lo sucedido en la primera mitad, que Leo se quedó esperando al trencilla ecuatoriano para decirle lo que pensaba y su permisibilidad en algunas de las acciones, especialmente del mediocentro del Madrid, Casemiro.
Leo trató de activar el ataque de Argentina tras el gol de Gabriel Jesús y empezó a tener más protagonismo, recibiendo más balones y tratando de conectar con el Kun Agüero, cosa que consiguió en un par de acciones.
El propio Messi fue uno de los pocos que remató a puerta de Alisson, y lo hizo en una ocasión, aunque el balón acabó saliendo por encima de la portería brasileña.
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Leo no acostumbra a plantar cara a los colegiados, pero en esta ocasión se mostró muy enfadado, aunque el árbitro ecuatoriano no le hizo demasiado caso a su reclamación.