La Roma recayó de su principal pecado esta temporada, la irregularidad. Pese a ello tienen un futbolista en el que sostienen parte de su fútbol. Edin Dzeko. Su gol en el 95, en la última jugada del partido hizo enmudecer al Benito Stirpe que desató su locura con el gol del empate a diez minutos para el final.
Un grave error de N'Zonzi en la entrega atrás propició el primer gol del encuentro. Ciano desde la frontal no se lo pensó dos veces aunque Olsen le ayudó para que el balón acabara entrando en la portería. Era el 1-0. Tardó la Roma en aclimatarse al choque y su primera oportunidad de peligro no llegó hasta el cuarto de hora de choque de la cabeza de El Shaarawy. Su remate lo paró Sportiello con una brillante mano.
El dominio se acabó convirtiendo en dos minutos de locura que remontaron el partido. En primera instancia Dzeko ponía las tablas en el marcador tras anticiparse a su defensor y ni un minuto después Pellegrini aprovechaba el mal rechace de Sportiello para alargar el pie como pudo y poner el 1-2. De la nada, los romanos mandaban en el partido.
La segunda mitad perdió en fútbol y en ocasiones de gol. La entrada de Zaniolo, la joven perla del conjunto romano, fue el principal atractivo de un segundo tiempo donde la mejor ocasión de los locales para lograr el empate fue un remate de Pinamonti que logró interceptar la defensa. Pero el fútbol tiene estas cosas. Sin proponer pero tampoco sin sufrir, la Roma acabó encajando el gol del empate, obra precisamente de Pinamonti que desató la locura en el Benito Stirpe.
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Poco se esperaban lo que iba a venir. La Roma es grande porque es capaz de jugar mal y ganarte el partido en la única acción peligrosa de toda la segunda mitad. El Shaarawy puso el centro y Dzeko, rematando como pudo acabó marcando el terer y definitivo gol de la victoria. Irregulares pero en la pugna. Siguen a un punto del Milan.