A los béticos les tocará apechugar la guasa de sus vecinos esta semana. El derbi, equilibrado hasta poco antes del descanso, empezó a desfilar hacia Nervión con la infantil expulsión de Guido Rodríguez. Acuña y un autogol de Bellerín sellaron el baño y masaje sevillista en el segundo tiempo.
Día de pocas palabras, de concentración y mariposas en el estómago. El derbi sevillano. El gran derbi. Piel de gallina en Heliópolis. No cabía ni un piojo en el estadio de la Avenida de Jerez.
Lopetegui le tiró un pulso a Pellegrini y salió airoso el vasco. La posesión, sevillista. Fernando ahogaba a Canales y Fekir, demasiado adelantados, y sólo Rodri conectaba entre líneas. Faltaba, sin embargo, clarividencia en ataque, donde Ocampos y Lamela buscaban sin acierto a Rafa Mir. El Betis sufrió obviando el esférico, aunque sí fue más profundo en los metros finales. Rodri obligó a Bono a la ‘palomita’ y el juez de línea anuló por posición antirreglamentaria un tanto a Bellerín.
Justo antes del intermedio, cruce de cables de Guido, ya amonestado, que cortó un contragolpe de Rafa Mir con ímpetu desmesurado. Mateu Lahoz le mandó a la caseta antes de tiempo.
El 0-1 fue cuestión de tiempo. La superioridad numérica se plasmó sobre el césped y el Sevilla tornó el derbi en un soliloquio. El Betis se hundió y las aproximaciones nervionenses se sucedieron. Ocampos perdonó dos, Acuña, no. El lateral la enganchó con la zurda y la descosió.
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Quisieron estirarse los heliopolitanos, encarnado Fekir en Curro Romero, pero la gallardía de galo no fue suficiente. En una incursión de Montiel por la derecha, el catalán Bellerín redondeó un partido para olvidar con un despeje defectuoso que supuso el 0-2 final.