San Mamés es un estadio nuevo con rituales antiguos, los mismos que se celebraran en el antiguo estadio, a escasos metros del nuevo. La afición rojiblanca recibió al Barcelona con sus tradicionales cánticos intentando amedrentar a los blaugrana desde el primer minuto. El campo se llenó pocos minutos antes de que Mateu Lahoz señalara el inicio del encuentro y, a partir de ahí, no hubo ni un respiro.
Pero, poco a poco, el ambiente fue enfriándose porque el Barça empezó a dominar sobre el terreno de juego. Además, la lluvia hizo acto de presencia y la afición, que llenaba el estadio, intentó resguardarse de ella cambiando su posición. El gol de Rakitic acabó por calmar los ánimos de los seguidores del Athletic, que solo se encendían con algunas decisiones arbitrales y los ataques de su equipo.
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La sensación era de tensión latente, puesto que el marcador iba en contra, la lluvia no ayudaba y la Semana Grande hacía mella entre la afición. Pese a ello, San Mamés no perdió nunca la esperanza de lograr un resultado positivo ante un Barça guerrero y con las ideas muy claras.