La estatua que hizo Gerard Piqué en el primer gol del Inter combinado con un error infantil de Busquets en el segundo gol se convertirán inevitablemente en un símbolo de la decadencia de unos futbolistas veteranos que ayer fueron sobrepasados (otra vez) en un partido europeo. Pero su pésima actuación señala en realidad a Xavi, que se ha refugiado en ellos otra vez en un gran partido.
El problema del entrenador del Barça es que ha dejado su revolución a medias, y no ha terminado de prescindir de las vacas sagradas. Revolución con veteranos caducados no es revolución.