Naz Tokio se vistió con una camiseta de purpurina rosa y unas medias de purpurina amarilla por encima de las botas y se puso a cantar el himno de Estados Unidos. Todos en pie. Acabó, la aplaudieron y se marchó. El himno, en los estadios de América, es como el sorteo de campo, pero en el Red Bull Arena el más aclamado fue, antes del partido, Thierry Henry, que vistió una camiseta con el dorsal 14 dividida en dos: Barça y Red Bull New York, dos de sus ex equipos.
El Barça parecía el equipo local porque las gradas estaban llenas de camisetas blaugrana y cada decisión del árbitro en contra del equipo de Xavi se abucheaba. El partido arrancó igualado, con el Red Bull apretando el área de Ter Stegen. Al Barça le costaba salir, así que decidió hacer atacar por tierra, mar y aire. Abrió las bandas hacia Raphinha y Dembélé, ambos peligrosos, lanzó en largo para que la bajara Lewandowski y también buscó a Gavi y a De Jong por dentro. Poco a poco, sin que New York se diera cuenta, se quedó el balón en propiedad.
Dembélé, el nuevo y fabuloso Ousmane, se iba de quien quería por la banda derecha, mientras que Raphinha la pedía más en profundidad. Todos buscaban a Robert. Lo hizo Alba y el polaco remató de cabeza ligeramente alto. Al cabo de un minuto, el nueve que no lleva el '9' se fue dentro del área de hasta tres jugadores para acabar rematando duro y alto. Y dos minutos más tarde, Dembélé se la puso para que marcara a placer. Lewy se durmió y rechazó la defensa. Y en la siguiente paró Carlos Miguel. Se le llama síndrome de 'quien está loco por marcar y no le entran'. Como suele decirse en estos casos: lo importante es generarlas. Los neoyorquinos tuvieron un disparo desde la frontal a la salida de un córner de Yearwood.
Y con todos ustedes, Dembélé
Dembélé se marcó un Dallas y dijo, como hacía pocos días, basta. Y volvió, otra vez, a ponerse el disfraz de superhéroe que, eso sí, necesitó la colaboración de un ayudante. Raphinha aguantó en el área pequeña, esperó a su compañero y se la puso suave para que Ousmane reventara cruzando el balón y encendiendo en un solo grito al estadio. El 'mosquito' volvió a ser fiel a la cita. Una picadura más y ya son cuatro las que lleva este verano.
Tras el descanso no salió y, como ante la Juventus, Xavi mantuvo a Lewandowski sobre el césped. También se quedó Raphinha y apareció Ansu Fati. La consigna: todas a Robert. El polaco lo intentó dos veces más y siguió sin encontrar el gol, pero vive tan cerca de él que un día de estos acabará tropezando y caerán solos. Mientras no llega el día, Ansu Fati vuelve a reconocerse en el espejo, Pedri es un escándalo y Gavi no descansa. Xavi volvió a mover el banquillo, pero ahí seguía Lewandowski, picando piedra. A quince minutos del final, dejó el césped y entró Memphis.
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Con el carrusel de cambios salieron beneficiados Aubameyang, que corría la banda derecha como si tuviera dieciocho años, y Ansu, que tiene diecinueve, por la izquierda. El Barça atacaba con dos puñales a un lado y al otro y el Red Bull parecía haber desertado en los laterales. Las ocasiones se sucedieron una tras otras, pero nadie acerto hasta que Memphis le robó la cartera al portero y a su marcador para marcar a puerta vacía. Rendirse no es una opción. El Barça acabó el partido, recogió los bartulos y regresó a casa con tres victorias y un empate. La cosa promete.