Reportaje exclusivo
FC BARCELONA
Los orígenes (serbios) de Bojan Krkic
El coordinador del Área de Fútbol atiende a SPORT en el estadio del Estrella Roja
Cuando el sorteo emparejó al Barça con el Estrella Roja en la Fase Liga de la Champions, en el club hubo quien esbozó una sonrisa de complicidad por un enfrentamiento muy especial. No a nivel futbolístico, sino personal. Bojan Krkic, mano derecha de Deco en la dirección deportiva, acostumbrado a viajar por todo el mundo y cuya carrera le permitió jugar en países como Inglaterra, Holanda, Italia, Estados Unidos o Japón, además, por supuesto, de triunfar en la primera plantilla del Barça, nunca tuvo la oportunidad de visitar como profesional Serbia, país en el que tiene una parte muy importante de sus orígenes.
Su nombre, Bojan, cuyo significado es algo así como “guerrero”, ya ofrece pistas que su apellido, Krkic, acaba de confirmar. Sin embargo, el hoy coordinador del Área de Fútbol blaugrana nació en Linyola (Lleida) y creció entre Mollerussa y Barcelona porque a los nueve años empezó en la cantera culé. El vínculo que le une al país balcánico le viene por parte de padre, que en 1988, con 26 años, edad mínima permitida por la antigua Yugoslavia para salir del país para jugar en el extranjero, firmó con el Mollerussa. Ya nunca más regresaría a casa.
Bojan krkic, en el exterior del Rajko Mitic, estadio del Estrella Roja / VALENTÍ ENRICH
En Catalunya conoció a Maria Lluïssa, la enfermera que le cuidaba mientras se recuperaba de una lesión. Con ella formó una familia y dejó atrás la anterior vida en su país natal, pero sin romper nunca la relación con los suyos, pese a que en el pasado las comunicaciones no eran instantáneas como ahora. Bojan tuvo la posibilidad, pese a la guerra, de visitar a su abuela, su tío y sus primos siendo muy pequeño. También sus familiares serbios hicieron el camino inverso en alguna ocasión, aunque cada vez costaba más.
Una relación muy especial
El hoy miembro de la secretaría técnica del Barça atendió a SPORT en el Rajko Mitic durante la mañana del duelo de Champions para charlar sobre sus orígenes. Nunca antes había visitado el estadio del Estrella Roja, club en el que su padre se formó durante varios años y en el que llegó también a jugar como profesional. “Le admiro mucho y me siento orgulloso de él, para mí es muy especial estar aquí”, aseguraba Bojan.
Bojan krkic, en la grada del Rajko Mitic, estadio del Estrella Roja / VALENTÍ ENRICH
Bojan Krkic Sr. usó su primer salario como futbolista para abrir una cafetería en Paracin, ciudad en la que creció, a 160 kilómetros al sur de Belgrado. Corría el año 1982. El nombre elegido para el comercio, que aún sigue abierto y dirige su hermano, fue ‘10’, dorsal que lucía en su camiseta. El abuelo del ex jugador del Barça era originario de Senjski Rudnik, pueblo cercano a Paracin famoso incluso a nivel europeo por su mina de carbón, en la que trabajó durante años. El fútbol llegó a la familia gracias a quien durante muchos años ejerció en el Área de Scouting blaugrana. Siendo un niño, destacó en un torneo con la selección serbia y el Estrella Roja lo reclutó para su proyecto.
Mucho tiempo después, Bojan, que hoy tiene 34 años, no podía esconder una sensación especial al pisar el ‘Pequeño Maracaná’ y pasear por Belgrado: “Tengo sangre serbia, esto es así, por parte de mi padre me siento serbio, aunque haya estado poco aquí. Para mí las raíces son esas, son las mías: el estar conectado con Serbia, Belgrado, Paracin, la familia de mi padre… Obviamente me siento parte de esto”, confesaba.
“Cuando me preguntan si me arrepiento de algo, siempre digo que no, pero esto es una cosa que…”
De hecho, cuando piensa en el idioma, se sincera: “Cuando me preguntan si me arrepiento de algo, siempre digo que no, pero esto es una cosa que…”. Se refiere al serbio, que practicaba con su padre siendo muy niño, pero que con el paso de los años, en parte porque las obligaciones de ambos les impedía pasar más tiempo juntos, fue perdiendo la habilidad. “Cuando escucho a alguien hablar serbio, para mí es muy especial. No lo hablo, pero sí lo entiendo un poco”, explica.
Bojan krkic, en la grada del Rajko Mitic, estadio del Estrella Roja / VALENTÍ ENRICH
La relación con sus orígenes son tan profundas que cuando tomó la decisión de retirarse como profesional con solo 32 años la única propuesta que tuvo opciones de hacerle cambiar de idea fue la del Estrella Roja: “Lo valoré mucho, sobre todo por lo que representa mi padre, y habría sido algo bonito”, reconoce, pese a que finalmente acabó declinando la invitación.
Un comunismo suave y la guerra
El Estrella Roja-Barça fue, en el fondo, algo así como un regalo para Bojan Krkic, que pudo disfrutar de la experiencia de vivir un partido entre el club de su vida y el que forma parte inseparable de su pasado. “En la extinta Yugoslavia la vida era preciosa, el ex presidente Tito era una persona muy inteligente”, recuerda Bojan Krkic Sr. con un punto de nostalgia, seguramente porque lo que vino años después de su muerte fue el caos y la destrucción. “Era una dictadura comunista, pero muy flexible: podíamos salir del país, teníamos pequeñas empresas, la gente llevaba coches extranjeros, Audi, Peugeot, Golf…”, relata.
Bojan krkic, en el túnel por el que salta al césped el Estrella Roja / VALENTÍ ENRICH
El conflicto bélico, cruel y sangriento, atomizó Yugoslavia: “Si me hubieras preguntado entonces por el país en el que nunca habría habido una guerra, te habría dicho Bosnia. Allí vivían serbios, croatas, musulmanes… Todos de maravilla. Era una gran mentira que estuvieran enfadados. Todos los ejércitos estaban mezclados. Fue una gran pena”, recuerda con tristeza. Y es que, además, “mis padres ya no podían salir y lo pasamos mal”. La guerra arrancó en abril de 1992 y acabó en diciembre de 1995. Bojan ya llevaba muchos años viviendo en Catalunya (su hijo nació en 1990): “Me sentí muy bien acogido desde siempre”, acaba en un perfecto catalán.
"El último país en el que hubiera dicho que habría una guerra era Bosnia"
Bojan Krkic pasea admirando el Rajko Mitic, ‘Marakana’ para sus aficionados. Los más ultras compraron un viejo tanque que da la bienvenida en el exterior del estadio a la zona de estos seguidores. Su cañón apunta al estadio del Partizan, su eterno rival ciudadano. La guerra es historia, pero ahí sigue incrustada en el pasado mientras deja ver sus vestigios en el presente. Para el ex futbolista, Serbia forma parte de uno mismo.
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