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Con el aterrizaje de Xavi Hernández en el banquillo del FC Barcelona están cambiando muchos hábitos en el seno de la primera plantilla. El equipo se concentra siempre antes de los partidos en casa y llega en autobús, se llega una hora y media antes del entrenamiento y se desayuna y se almuerza en familia. Pero donde más se ha notado el efecto Xavi ha sido sobre todo en el verde. Con dos partidos ha habido suficiente para ver nuevos brotes, para ver a un bloque que presiona altísimo y con muchísima intensidad.
Este Barça va muchísimo más revolucionado al son de la entrega de Gavi, Nico, Araujo y compañía. Asfixia a su rival en la salida de balón y prácticamente no le deja respirar. Contra el Benfica vimos una muestra clara de lo que quiere el entrenador vallesano. Cuando el equipo está mordiendo al cuadro rival (que es en muchas fases del partido, pero obviamente no en todas), todo tiene que ir a 1.000 pulsaciones.
INSTRUCCIONES CLARAS
Y uno de los aspectos importantes es el de las pelotas. En ese zafarrancho ofensivo, cuando un balón sale del campo la orden para todo el personal es que vuelva al instante, que no transcurra ni una fracción de segundo. Ante el Benfica quedó manifiestamente demostrado que Xavi quiere que salga de forma 'ipso facta' el esférico de nuevo al verde. Apremió en varias ocasiones a sus ayudantes para que reaccionaran y devolvieran el balón a su lugar para que se mantuviera el ritmo de juego frenético y no se dejara respirar al cuadro lisboeta.
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Entre las cosas que han mudado con su irrupción como comandante de la nave azulgrana está esa obsesión para que se juegue a mil revoluciones y cuando la inercia es apretar arriba e imprimir mucha velocidad al juego ese aspecto es fundamental. Todo suma.