Cuando al ‘Kun’ le costó dormir. Gracias, pero no. El Kun Agüero desestimó llevar el 10 en su camiseta. Acababa de partir uno de sus mejores amigos. En el fútbol y en la vida. Había imaginado un futuro a corto plazo al lado de Messi. Instalado aún en un precioso piso en el distrito de Sarriá - Sant Gervasi, tenía claro que su destino final estaba en la zona de Gavá - Castelldefels, que tan bien conocía por referencias y alguna que otra visita. Bien cerca de su colega y del mar. Allí sigue, en pleno asfalto.
Con la ausencia del 10 aún latente pero ya repuesto anímicamente del gran golpe. Quiénes bien le conocen y aprecian, me cuentan que las dos o tres primeras noches de aquel adiós inesperado tuvo serios problemas para dormir. Su cabeza daba vueltas y aquel zarpazo, visto hoy, también le ha hecho crecer. Con su mujer, su madre y su hermano (éstos últimos van y vienen de Barcelona a Madrid y viceversa) sigue recuperándose a buen ritmo de la lesión y hace poca vida social, excepto para escaparse con los suyos a algún restaurante. Sí, también al Shangai con Jordi Alba y Sergio Busquets, ese núcleo del disco duro de Messi en el que le introdujo bastante antes de fichar por el Barça.
Con Leo sigue hablando casi a diario -daría parte de mi casi nulo patrimonio por leer y escuchar las notas de voz de este último mes y medio, bochorno del Brasil-Argentina incluido-, desdramatizando lo que en su día fue casi una tragedia.
NOTICIAS RELACIONADAS
Para Agüero, la vida sigue y jamás pensó en salir corriendo tras la marcha obligada/empujada/incentivada de su amigo. “Una vida de p… madre”, dirán algunos. “A las penas, puñalás”, dirán otros. A mí me da que quiere vivirla a tope en esta plaza, darlo todo, y aquí paz y después gloria. Gloria azul y grana, eso sí. Y echarse al equipo a la espalda, no un 10. Eso es lo que tiene valor ahora y más en este Barça al que los números le pesan como piedras.