Nada ejemplifica mejor la debilidad estructural del Barça que esta peregrinación a Doha para ir a suplicar el fichaje de un entrenador que es patrimonio sentimental del club. De momento, Laporta ha hecho bien en resistirse y ha enviado solamente a Yuste y a Alemany, que debería ser suficiente.
Pero Catar, ya se sabe, no quiere dinero sino honor, algo que tiene guasa en el país que pisa los derechos humanos. Después del siniestro amistoso en Arabia, Laporta debería vigilar estas peligrosas expediciones a dictaduras incompatibles con los famosos valores.