A Laporta se le pueden hacer muchos reproches, pero hay una cuestión espinosa en la que nadie le puede dar ninguna lección: enfrentarse primero y más tarde atajar a los radicales de su propio club. Su lucha contra los grupos más radicales del Barça fue pionera en España y en Europa.
Que ahora, después de la penosa invasión de campo en Cornellá, aprovechen para generalizar este problema es demagógico e injusto. Perdonen: el Barça ya hizo su trabajo hace muchos años. Ahora les toca a los demás ser valientes.