El debate público sobre el deporte y su transformación cuanto más negocio genera hoy se centra en la Superliga de fútbol, máximo exponente de cómo la conversión de clubes en multinacionales rompe las costuras del modelo histórico: ligas regionales, ligas nacionales, torneos internacionales. Sin embargo, el camino de ese cambio lo está marcando desde hace un tiempo el baloncesto, aunque en su caso sea para dar cierta viabilidad económica a clubes con ambición.
La NBA y la FIBA unieron esfuerzos hace dos años para crear una liga continental en África, conscientes de la imposibilidad de construir un sistema sólido para el desarrollo de talento con ligas nacionales. Y esta misma semana, el regulador internacional ha anunciado la creación de una Superliga asiática de baloncesto en colaboración con las ligas nacionales, de modo que los ocho mejores equipos de Japón, Corea del Sur, Filipinas, Hong Kong y China compitan a mayor nivel.
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Es un concepto que la FIFA ha querido poner sobre la mesa en muchas regiones del mundo para el fútbol, con la consecuente polémica de que esto supone tocar hoy algo sagrado: las ligas nacionales. La duda es cuáles tendrán capacidad para sobrevivir o buscarán fusiones para continuar siendo relevantes en el futuro.