Kubala, su equipo hizo pequeño Les Corts
Laszi irrumpió con fuerza. Su áurea llevó al Barça a otra dimensión. El cambio de campo, por viejo y agotado, y por el propio crack, fue una necesidad
Siempre se ha dicho que este extraordinario e inigualable futbolista fue el responsable de que el Barça cambiara de domicilio y dejara Les Corts para empezar una nueva etapa en el Camp Nou. Su irrupción en el conjunto catalán, que trajo consigo un espectáculo nunca visto sobre un terreno de juego, sin duda alguna aceleró la mudanza, pero bien es cierto que el viejo escenario, inaugurado en 1922 y ampliado en varias ocasiones, tenía fecha de caducidad. Lo que propició la llegada de Ladislao Kubala fue que se acelerara el proceso.
Así lo reconoció él mismo en una entrevista: "Yo diría que fue un gran equipo el que hizo pequeño Les Corts, un gran equipo en el que yo tuve la suerte de jugar junto a Ramallets, Biosca, Seguer, Segarra, Gonzalvo, Basora, César... Era un Barcelona plagado de internacionales. Sólo diré una cosa: cuando me incorporé, muchos de ellos acababan de llegar de Río de Janeiro, donde habían llevado a España al cuarto puesto del Mundial de 1950".
Kubala, además de ser un fuera de serie, destacó por su sencillez y honradez. Nunca acaparó protagonismos gratuitos y jamás se puso por delante del equipo. Siempre mantuvo que el Barcelona fue grande por el conjunto, el colectivo, el grupo, no por ninguna individualidad. Su vida fue ajetreada, un volcán en constante erupción, alternado penurias con dolor y jornadas felices.
Nacido en Budapest el 10 de junio de 1927 en el seno de una familia pobre de origen eslovaco, Kubala empezó conociendo el peor lado de la vida. Pero gracias a su perseverancia y a su determinación para revertir las más complicadas situaciones, acabó recalando en Barcelona para jugar un partido enrolado en las filas del Hungaria, un equipo de apátridas que intentaban ganarse la vida en tiempos difíciles y que dirigía su cuñado Ferdinand Daucik.
Y en Barcelona empezó una nueva etapa. El Barça se cruzó en su vida. Firmó por la entidad catalana sin la autorización de la FIFA en 1950 y se inició una larga polémica que se zanjó al adquirir la nacionalidad española. Los contactos de Josep Samitier con las más altas esferas políticas hicieron posible que el 29 de abril de 1951 pudiera vestirse, de manera oficial, la camiseta barcelonista. Fue ante el Sevilla, en encuentro de Copa. Cuatro días después (el 3 de abril) lo hacía en Les Corts. Empezaba la leyenda. Kubala mostraba al mundo entero su talento y el Barça entraba en otra dimensión.
Punto de inflexión
Puede decirse que el equipo barcelonista, a partir de la incorporación del astro, fue otro. Su presencia creó un áurea que contagió a todo el mundo: compañeros, aficionados... Les Corts era lugar de culto obligado por todos los 'futboleros'. Nadie quería perderse sus exhibiciones, sus goles, su potencia sobre el campo, esa manera tan particular de jugar. Había nacido la 'kubalamanía', todo un fenómeno de masas.
Era un portento de la naturaleza -superó una tuberculosis y una veintena de lesiones que hubieran retirado a cualquier otro-, un hombre dotado de una fortaleza física sin igual que abrió la ventana de la esperanza a la afición barcelonista. Con él llegó el espectáculo, los triunfos, las coronas. Un rey. Eso es lo que representó para la afición la aparición de Kubala.
Seis años estuvo dando lecciones de fútbol en Les Corts. Durante este tiempo el equipo catalán empezó una hegemonía que hubiera podido ser mayor en caso de consumarse el fichaje de Alfredo di Stéfano, pero esa dupla fue un sueño imposible para el barcelonismo. Pese a la frustración que creó este revés, la magia de Kubala no se detuvo y casi tres años después de su debut, la entidad barcelonista llevaba a cabo el acto de colocación de la primera piedra del nuevo estadio. Todo había ido muy rápido. Se habían conjugado una serie de factores para que la construcción de un nuevo escenario pasara a ser una realidad. Apenas pasaron tres años desde su debut en Les Corts para que la directiva tomara cartas en el asunto y empezara el ambicioso proyecto de cambiar de campo. El 28 de marzo de 1954 congregaba a más de 40.000 aficionados al acto de la primera piedra.
Ya en el Camp Nou, Kubala siguió deleitando a los incondicionales barcelonistas. Ahora en un campo de otras dimensiones, pero con idéntica eficacia y brillantez. Kubala, haciéndose grande, hizo grande al Barça. La transición de un campo a otro se había hecho de la mejor manera posible, con un ídolo, un crack, para que llevara el peso. Asumió el reto y no defraudó. En un momento tan importante como el vivido en esa época (finales de los cincuenta y principios de los sesenta), estuvo a la altura esperada. Fue un nuevo servicio al club. Y no sería el último, pues en el Camp Nou, además de ser protagonista en el césped, lo fue en el banquillo en dos etapas, pero esa es otra historia, pues en la banda no reverdeció los laureles cosechados como jugador.
Contaba que nunca dejó Les Corts porque cuando se demolió el campo se levantaron casas y compró una. "Duermo sobre lo que fue el círculo central. Tenía mucho que agradecerle a este sitio".
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