La lectura de Ronald Koeman de su propio comunicado, con unas gafitas de pasta al estilo Henry Miller, es ya historia del FC Barcelona y un capítulo más de esta insoportable agonía final de un entrenador que, con sus aciertos y errores, es una leyenda del club (fue el héroe en la final de Wembley 1992) y solo por eso habría que respetar un poco más.
La cocina a fuego lento del entrenador neerlandés es pan para hoy y hambre para mañana. Tenerlo en el club como un zombie es bochornoso para él, triste para los aficionados y muy peligroso para el presidente Joan Laporta.