En su regreso a Sevilla, cerca de los suyos, Gavi volvió a dejar esa sensación de jugador elegido. Verlo en el campo es un juego de contrates. Tiene cara de niño, y no sabe hacerse los nudos de los cordones, pero es capaz de dominar un Sevilla-Barça en el Pizjuán con 17 años.
Cuentan que juega con los cordones desatados porque le pueden los nervios antes del partido y le quedan los nudos endebles. Pero en el campo transmite todo lo contrario. Tiene un arrojo y una personalidad asombrosa.
Tras el gol de Araujo no pudo controlar su euforia y empujó al uruguayo, todo un muro, de tal manera que casi lo envía al suelo. Esa fuerza insospechada en ese cuerpo explica parte de su impacto en la élite.
También su forma de competir, siempre intenso, y sin miedo a tener el balón cuando más quema. Ante el Sevilla, tras la expulsión de Koundé, se atrevió a recriminarle al central francés su acción.
Koundé envió un balonazo a la cara de Alba, tras un forcejeo con el lateral, y Gavi le hizo el gesto de que se le había ido la cabeza. Así ha sido desede que debutó con el primer equipo. Respeta a los rivales que tiene enfrente pero nunca se arruga.
Cerca del gol
En Sevilla solo le faltó el gol para redondear una actuación formidable. Jugando en el centro del campo, dejó lujos todo el partido. Controles orientados, conducciones de vértigo, y llegadas al área.
Xavi estuvo encima de él todo el partido. Alentándole y ajustando su posición en algunos momentos. El egarense terminó encantado con su rendimiento.
Ningún otro jugador del Barça recibió tantas faltas (7) en el Pìzjuán, dato que demuestra la influencia del andaluz en el juego del Barça. También el marcaje que le hacen los rivales, que ya saben que es uno de los líderes del equipo con solo 17 años.
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Gavi vio ante el Sevilla su quinta amarilla y no estará ante el Mallorca. Para entonces el Barça espera poder contar ya con Pedri, otro niño maravilla para un Barça que mira con entusiasmo el futuro.