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Los azulgranas vienen repitiendo un mismo patrón: cada dos o tres pasos adelante se encuentran con un frenazo
"Nos hace falta dar un puñetazo encima de la mesa", admitió Xavi tras empatar en Bilbao
El Barça vuela en círculo cerrado. Y es exactamente esto lo que viene 'matando' mentalmete al equipo que dirige Xavi Hernández. En San Mamés una vez más, los azulgranas afrontaban una magnífica oportunidad para dar un golpe de autoridad e impulsarse a nivel de autoestima. No fue posible, ni por resultado ni por juego, por lo que en cierto modo la ilusión de los culés vuelve a la casilla de salida, un bucle que viene repitiéndose de forma constante a lo largo de esta temporada. Cada dos o tres pasos hacia delante se produce otro en falso que frena en seco cualquier progresión.
"Necesitamos dar un puñetazo encima de la mesa", lamentaba Xavi tras el empate en Bilbao. Esa frase resume el sentir de un grupo frustrado y hasta en cierto punto desesperado por no ser capaz de desligarse del infortunio y de la negatividad. Por más que la plantilla trabaja y cree, cada cierto tiempo recibe un varapalo que resetea los niveles de ilusión y devuelve al Barça a una situación de muchas preguntas y pocas respuestas.
En la previa del envite en San Mamés se habló mucho de que, en caso de victoria, el cuadro catalán alcanzaría seguramente el mejor momento de la temporada desde esas ya lejanas goleadas de septiembre frente a Betis y Amberes. Tras el 'pinchazo' del Real Madrid en Valencia, sumar los tres puntos contra el Athletic habría confirmado la buena dinámica azulgrana y habría reabierto la batalla por LaLiga. Y todo esto con el Nápoles en el horizonte. Pero una vez más, el Barça resbaló en el trampolín justo antes de un gran salto. El guion de siempre a lo largo de esta temporada.
Golpes anímicos en momentos clave
En el Clásico de la primera vuelta, el Barça podía alcanzar al Real Madrid en lo más alto de la tabla. Tras unos primeros 60 minutos muy buenos, los de Xavi acabaron perdiendo. Seguramente de forma inmerecida, pero lo que pudo ser una inyección de moral se convirtió en un mal trago. Los blancos abrían brecha.
Semanas después, los azulgranas se rehicieron y buscaban la resurrección en su particular 'semana grande'. El Barça doblegó al Atlético y recibía al Girona también en Montjuïc. Los de Míchel se impusieron por 2-4 y el equipo azulgrana volvió a verse sumergido en un mar de dudas tras la fragilidad exhibida ante los gerundenses.
En Arabia Saudí, e igual que sucedió la campaña anterior, la Supercopa de España se veía como una oportunidad magnífica para marcar un punto de inflexión. Lo fue, pero en negativo. El Real Madrid pasó por encima del Barça en la final y el proyecto azulgrana quedó muy tocado.
Vinicius ante Iñaki Peña en la final de la Supercopa / Valentí Enrich
Caer, levantarse... y volver a caer
Pero si algo tiene la plantilla azulgrana es que se levanta una y otra vez. El equipo venció en campo del Betis en el 90' y afrontaba el choque copero ante el Athletic como una final. El Real Madrid estaba fuera de la competición del KO, por lo que pasar a 'semis' significaría multiplicar exponencialmente las opciones de título. De nuevo, el día que debía servir para hacer un 'click' se convirtió en una pesadilla. El Barça cayó en la prórroga y, solo tres días más tarde, otra derrota frente al Villarreal supondría el anuncio de Xavi de su adiós a final de curso.
Siguió remando el cuadro catalán, sobre todo agarrado a sus opciones de mantenerse vivo cuanto más tiempo mejor en Champions. La buena dinámica y el buen partido en Nápoles hicieron subir los niveles de ilusión. También el empate del Real Madrid en Valencia. La 'final' de Bilbao era un momento idóneo para catapultar la ilusión del barcelonismo.
Y, una vez más, gatillazo gordo. Sin fútbol ni ocasiones, los azulgranas no aceptaron el regalo del Real Madrid y con su insulso empate a cero regresan al agujero negro en el que viven instalados cada dos por tres: lesiones, dudas y sensación de inestabilidad. Se trata de un cruel 'déjà vu' que castiga y mucho la esperanza. Tanto de la afición como la de un vestuario harto de sufrir más que de disfrutar.
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