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El Trofeu Joan Gamper sirvió para silenciar a aquellos que dudaban de la capacidad de Arturo Vidal para adaptarse al juego del Barça.
Su carácter aguerrido sobre el terreno de juego le había colgado el san benito de centrocampista agresivo, lejos de esa escuela de toque que lleva instalada en Can Barça hace muchísimas décadas.
Para los que aún no le conocían, Arturo Vidal solo necesitó 45 minutos para dejar claro que tiene lo que ahora se ha puesto de moda llamar ADN Barça.
Ernesto Valverde le situó como interior zurdo, por delante de Rakitic y haciendo tándem con Coutinho, que a diferencia del pasado curso, jugó en la derecha.
Arturo Vidal no se limitó a cubrir su zona. Jugó muy cerca del área y abarcando mucho terreno, intentando conectar con Messi, al que sirvió un balón para el diasparo nada más empezar el partido.
El chileno inició la presión tras pérdida, recuperando dos balones, interceptando un pase y cometiendo tres faltas. Una de ellas, pasada la media hora, le valió la cartulina amarilla.
Pero lo más destacado de su actuación fue el juego de asociación. Arturo Vidal tuvo un total de 42 intervenciones, con solo tres pases en condiciones defectuosas, lo que significa casi un 93 por ciento de eficacia.
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Y de esas 42 intervenciones, el 75 por ciento fueron a dos pases o menos, la norma principal del estilo Barça. Los guardianes del estilo pueden estar muy tranquilos con el fichaje del internacional chileno.