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El amargo final de Ronaldinho en el Barça

La conclusión de la bonita historia de amor entre el astro brasileño y el club azulgrana estuvo lejos de ser idílica

La sensación general que quedó en el Camp Nou tras el adiós del ‘10’ fue una tormentosa mezcla de vacío y alivio

Ronaldinho, la sornisa del Barça / | MAITE JIMÉNEZ

En el mundo del fútbol, como en tantos otros, trazar el final perfecto a cualquier historia es extremadamente complicado. Especialmente si la aventura ha sido bonita, por todo lo que ello implica en el terreno sentimental. Hay tantos factores que influyen a la hora de ‘rematar’ una etapa que todo puede torcerse en cualquier momento. Una decisión errónea, un episodio de mala fortuna, un malentendido puntual o el desgaste de las relaciones personales que genera un contexto tan exigente física y mentalmente convierten en poco comunes las conclusiones idílicas.

Ronaldinho comprobó en el Camp Nou que la línea que separa el círculo virtuoso –que él mismo impelió en 2003 con su magia– del círculo vicioso es muy fina. De la misma forma que ayudó a recuperar la sonrisa al barcelonismo e impulsó el crecimiento deportivo, económico y social del club en tiempo récord, cuando su rendimiento deportivo flaqueó, las piezas del rompecabezas encajaron y 'empujaron' hacia la dirección opuesta. Las dudas de la afición alrededor de su condición física y su actividad nocturna acabaron motivando un proceso de divorcio que, cuando adquirió cierta velocidad, nadie pudo frenar.

Todo empezó en verano de 2007, con varias conversaciones independientes en las que Joan Laporta, Txiki Begiristain y Frank Rijkaard, que divisaban el declive desde el Mundial que había tenido lugar un año antes, le pidieron compromiso y personalidad. ‘Dinho’, que podría haber sido traspasado por una cantidad muy elevada entonces, accedió a las demandas del Barça y prometió que intentaría recuperar su mejor estado de forma. No lo logró y no solo perdió la condición de líder del proyecto, sino que también dejó de ser titular en favor de Thierry Henry.

El último año de Ronaldinho en el Camp Nou acabó antes de lo esperado y deseado (en marzo de 2008) por culpa de una lesión muscular. Su último servicio llegó el primer día de ese mismo mes, con esa inolvidable chilena en el Vicente Calderón que no ayudó a su equipo a sumar ningún punto (4-2), pero que corroboró que los genios, incluso en sus peores momentos, nunca dejan de ser genios. Al finalizar la campaña 2007/08, tras la llegada de Pep Guardiola al banquillo culé, el mago brasileño fichó por el AC Milan a cambio de unos 25 millones de euros.

Ronaldinho, en uno de sus últimos partidos en el Camp Nou

| Valentí Enrich

Según su versión, el de Santpedor le pidió que se quedara, pero él necesitaba un cambio de aires. “Se acababa un ciclo y algunos jugadores necesitábamos nuevos objetivos. Hablamos con la directiva y acabamos marchándonos en busca de nuevos sueños”, declaró hace unos años en el canal mexicano ‘Uno TV’.

Un ídolo fugaz

‘Ronnie’ puso fin a su trayectoria azulgrana con unos registros de 94 goles y 70 asistencias en 207 partidos (cinco temporadas). Entre 2003 y 2018 levantó dos Ligas (2004/05 y 2005/06), una Champions League (2005/06) y dos Supercopas de España (2005/06 y 2006/07) además de poner en su vitrina particular el Balón de Oro de 2005 y dos premios al Jugador Mundial de la FIFA (2004 y 2005).

 

La sensación general que quedó en Barcelona tras el adiós del ‘10’ fue una tormentosa mezcla de vacío y alivio. Aunque los éxitos inmediatos del ‘Pep Team’ provocaron que el cambio de página fuera rápido y dulce a nivel deportivo, a día de hoy aún permanece la impresión de que Ronaldinho no fue el mejor futbolista del planeta durante más de una década porque no ‘quiso’. Porque, dominador absoluto del arte del regate y el disfrute, propio y ajeno, no tuvo la constancia necesaria para convivir con un mundo del fútbol tan exigente disciplinariamente. Porque, al final y al cabo, se ‘conformó’ con ser ídolo fugaz.

Ronaldinho