Aquel 16 de octubre de 2004, Leo Messi saltó al terreno de juego del Estadi Olímpic para suplir a Deco da Souza en los últimos ocho minutos del derbi. El luso-portugués había sido el héroe del duelo al marcar el gol del triunfo y Frank Rijkaard creyó que era el momento de permitir que el chaval de 17 años, 3 meses y 22 días de edad viviera sus primeros minutos con 'fuego real' en el primer equipo. Arrancó la más meteórica y brillante carrera de un futbolista forjado en la cantera blaugrana.
Enfundado en la camiseta con el número 30, Leo suplió a uno de sus ídolos y mentores para jugar al lado de Valdés, Puyol, Xavi e Iniesta, pero sobre todo junto a un astro por el que sentía un respeto casi reverencial, Ronaldinho Gaúcho. Estaba arrancando entonces el gran Barça de Rijkaard, el de las dos Ligas y la Champions de París, y nadie se imaginaba en esos instantes que solo tres años más tarde llegaría una prematura decadencia y que Messi, junto al resto de los canteranos, tendría que echarse a las espaldas el nuevo proyecto de Josep Guardiola para forjar su propia leyenda.
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Desde entonces, Messi ha cambiado el '30' por el '10' en su espalda y ha liderado al Barça sobre el terreno de juego para conquistar tres Ligas consecutivas y dos Champions más, batiendo récord tras récord y acumulando todos los premios individuales posibles. Dos Balones de Oro, un FIFA World Player, una Bota de Oro y un Pichichi adornan un currículum espectacular que con una década de fútbol por delante, puede llegar a convertirse en legendario. El Barça ha sido el gran beneficiado de que el mejor futbolista del mundo se haya forjado en La Masía, junto a una generación inigualable, a los pies del Camp Nou.