El 1x1 del Barcelona ante el Chelsea

Hizo vista en la mejor ocasión del Chelsea en el primer tiempo, un disparo de Willian al palo. El mismo jugador la envió poco después al palo opuesto. La suerte estuvo de su lado en el primer tiempo, pero no en el segundo, cuando Willian, esta vez sí, no perdonó.

Si faltaba algún gran escenario para consolidar su ascendencia en el equipo, el de Reus ya lo tiene. Jugó un muy buen partido, pese a que tuvo mucho trabajo, tanto en defensa como en ataque. Ayudó siempre.

Cada vez que el Chelsea atacaba, tanto él como Umtiti sufrían. El centro del campo, desordenado, no colaboraba lo suficiente y dejaba desprotegida a la pareja de centrales. 

Nunca se complica cuando tiene el balón, pero en defensa vio cómo Hazard y Willian, desde la frontal, probaban a puerta. Ahí debió aparecer algo más. La Champions y el nivel del Chelsea le cogió por sorpresa.

Entendió que el partido pedía subir si no había riesgo de dejar la banda descubierta. Colaboró en ataque de forma inteligente, con un ojo pendiente de su espalda. El equipo echó de menos que fuera más incisivo.

Pese al doble pivote, Busquets tuvo más trabajo del normal en su posición. La razón es que se vio más en ataque apoyando a sus compañeros, algo que le impidió solidificar la defensa implicándose más antes las llegadas de Willian.

Situado al lado de Busquets, tuvo que multiplicarse para tapar las vías de agua provocadas por el orden táctico del Chelsea. A medio camino entre dar un paso al frente o guardar la espalda, las dudas influyeron en el juego del equipo.

Su fútbol tuvo poca trascendencia, demasiado poca. Pudo abrir el marcador tras un centro brillante de Messi que cabeceó en una posición cómoda demasiado desviado. Acabó el partido sin saber exactamente cuál era su cometido. Aleix Vidal le sustituyó.

Da sentido al fútbol del Barça, que sin él nada tiene que ver con lo visto en la última década. Todo fluye diferente si el balón pasa por él. Otra lección en Londres, pese a que al centro del campo blaugrana le faltó mayor fluidez. Robó un balón y se la puso a Messi para el empate a uno.

Stamford Bridge, cada vez que agarraba el balón, sufría. Todo lo hace bien y, cuando la tiene, siempre pasan cosas. Por eso Conte ordenó perseguir al argentino por tierra, mar y aire. Le costó sentirse cómodo y acabar las jugadas más de lo que es habitual en él. Pudo liberarse aprovechando una asistencia de Iniesta para el uno a uno. 

Intentaba dar aire al ataque blaugrana recibiendo de cara, aunque el uruguayo, cuando hace daño de verdad, es encarando portería. Si no hay opciones, hay que tener paciencia. La tuvo y lo probó en una de las pocas en la que pudo girarse. Demasiado escorado. No le dejaron respirar.

El partido pedía algo más cuando entró, pero Aleix Vidal no se lo supo dar. Lo peor que le puede pasar a un futbolista que entre de refresco es no aportar nada.

Entró en el descuento.