El 1x1 del Barça-Espanyol

Es de hielo y nada le inquieta. Embarba llegó a los diez minutos solo al área y disparó. El alemán sacó el pie para desviar a córner. Ese es su trabajo, atender las contras del rival, en este caso el Espanyol, que puso el autobús a la espera de un milagro al contragolpe. Al filo del descanso volvió a salvar un autogol de Lenglet, que llegó para evitar el remate de Embarba.

Su función era abrir la banda y ofrecer apoyos pegado a la cal. Le costó llegar a la línea de fondo ante el tapón defensivo creado por Rufete, pero no se cansó de picar piedra buscando abrir una grieta. No salió tras el descanso y Sergi Roberto ocupó su posición.

Serio y ordenado, el partido no estaba para aventuras en ataque. Conservó la posición y jugó fácil, sin cometer errores. Eran otros los que debían derribar el muro. A los diez minutos del segundo tiempo, Pol Lozano casi le rompe la pierna, pero pudo seguir.

Primera mitad impoluta del central, que corrigió las pocas pérdidas inquietantes en el centro del campo. Solo no llegó a la carrera de Embarba a los diez minutos, que se coló por la banda de Jordi Alba en una contra. Casi marca en su propia puerta, pero evitando el remate plácido de Embarba. En la segunda, tras el gol de Suárez, jugó menos presionado.

Rufete revisó al milímetro el partido del lateral en La Cerámica. De ahí que pusiera varios hombres a evitar sus llegadas. Intentó combinar con Sergi Roberto, pero era difícil ver la luz en un bosque de piernas. Rendirse no es una opción y no paró hasta carcomer la barrea blanquiazul iniciandola jugada del gol de Suárez llegando al área.

Su primera mitad transcurrió en pocos metros más allá del círculo central. Se vio obligado a guardar la posición para evitar sustos y, desde ahí, empezar a construir con paciencia el ataque blaugrana. Jugó de forma inteligente para minimizar los riesgos. 

Guardó las formas y la posición, no dio un paso de más ni un pase que pudiera ser arriesgado. Dejó la creatividad para otros, pero cumplió bien su función. Guardar las formas en ocasiones es una virtud y, aunque no brilló, mantuvo ordenado al equipo.

Comprobó muy pronto que no encontraría los espacios de Villarreal, pero no dejó de buscarlos. Conduciendo, con paredes rápidas o moviéndose entre líneas. Lo que hiciera falta. Volvió al lateral derecho en la segunda mitad y dio más profundidad al equipo. 

Pasaban cosas cuando le llegaba el balón, pero fue menos que en otras ocasiones. Y el Barça lo sufre en esos casos. Consciente de que había que madurar el partido, mostró su versión más pragmática. No desplegó todo su repertorio, pero tampoco hizo falta. Intervino en la jugada del gol de Suárez.

Suya fue la mejor ocasión del Barça en el primer tiempo tras una asistencia de Griezmann, pero es le hizo de noche en el área del Espanyol. No dejó de pelear cada balón y dar salida al centro del campo, labor complicada cuando a tu alrededor solo hay rivales. Cazó un balón en el área en la segunda para dar la puntilla al Espanyol, como pronosticó Setién, y enviarlo a Segunda. 

Volvió a repetir posición y, desde el primer minuto, se movió con libertad por detrás de Luis Suárez. Trabajó sin descanso en busca de soluciones para derribar el muro de hormigón del Espanyol. De una banda a la otra, ofreciéndose y tocando rápido. Dejó solo con una asistencia a Suárez en el área, pero el uruguayo se durmió.

Salió tras el descanso y duró cuatro minutos. Munuera Montero, tras revisar las imágenes, le mostró la roja por una entrada con los tacos a Calero. 

Salió por Griezmann y actuó en la misma zona. Aportó energía y piernas a falta de veinte minutos para el final, que es lo que pedía el equipo. 

Se unió a la fiesta blaugrana en el derbi que certifica el descenso del Espanyol a Segunda por sorpresa. Hace meses era él quien peleaba por no bajar con el Leganés.

Salió para dar más solidez a la defensa y amarrar la victoria por la mínima.