De otra pasta
Jordi Sampietro: "En Serbia el baloncesto es intocable"
Jordi Sampietro vive muy de cerca el baloncesto serbio, sus métodos y la concepción del baloncesto español que tienen en una de las cunas europeas del deporte de la canasta
Sergio Vera
La experiencia de Jordi Sampietro en Belgrado le ha convertido en un profundo conocedor de los métodos de trabajo del productivo baloncesto serbio
"Se trata de una manera diferente de trabajar. Ni mejor ni peor. Trabajan muchas más horas y con BelgradoBasketball la gente tiene la oportunidad de verlo", apunta.
Pocos ejercicios, muchas repeticiones, y trabajo, mucho trabajo. Esa es la razón de ser de la escuela serbia según la mirada de Jordi Sampietro que, además, en su relación con las profundidades del baloncesto en Belgrado, apunta a que la gran diferencia respecto al baloncesto español reside en cuatro puntos: genética, mimetismo, tradición y respeto.
A las cualidades genéticas de la población serbia - "altos y espigados" - se le añade un mimetismo de las futuras generaciones mezclado con la tradición de un deporte en un país en el que "el baloncesto es intocable".
"A veces te preguntas: ¿Cómo lo han podido aprender? Posiblemente su tío, su abuelo o su primo han jugado a baloncesto, juegan mucho en la calle y ven 50.000 partidos por la televisión", comenta.
EL ENTRENADOR: UNA FIGURA RESPETADA
En todo este engranaje, la figura del entrenador se postula como un elemento clave para entender el carácter de este férreo sistema de trabajo en el que prima la obsesión por el ataque y el talento.
"Ser entrenador es un profesión y por eso se respeta. Los entrenadores quieren ser profesionales y se lo toman muy en serio. Da igual a qué equipo entrenen. Es algo que está institucionalizado y los jugadores lo saben porque son conscientes que da la vida por ellos", analiza.
Además, Sampietro tampoco pasa por alto el ansia de triunfo de los jóvenes jugadores. "Los niños jóvenes quieren ser profesionales. Aspiran algún dia poder cobrar dinero jugando a baloncesto donde sea. Para ellos irse fuera a buscarse la vida no es ningun problema", comenta y a la vez lanza una pregunta al aire: "¿Cuántos jugadores serbios hay fuera de Serbia jugando?".
ESPAÑA, LA MEJOR SELECCIÓN
La hegemonía balcánica de los '90 ha dejado paso a una selección que con los Navarro, Gasol y cia. se ha coronado como la gran dominadora europea de la década. Algo que desde Serbia, cuna del baloncesto europeo, asumen con naturalidad tras vivir en la cresta de la ola.
"Tienen la sensación que tenemos el mejor equipo del mundo", comenta.
Además, agrega: "A nivel de clubes son conscientes que tenemos la mejor liga aunque no obvian que gran parte de ello reside porque los cuatro clubes de Euroleague son los que tienen el dinero. Algunos de ellos con el poder del futbol detrás", apunta.
Tras la no clasificación de Serbia para los Juegos Olímpicos de Londres muchos califican de 'batacazo' haber quedado apeados de la cita olímpica para un país como éste. Sin embargo, Sampietro aporta su punta de vista.
"En el Europeo de Polonia 2009 llegaron a la final con cuatro niños. Han conseguido armar un nuevo equipo joven y con talento. Es una desgracia relativa", comenta. Y además, agrega para desmentir un mal momento del baloncesto balcánico: "En el último Europeo de Lituania, todos los países que formaban la exYugoslavia han estado allí".
LA IDIOSINCRASIA DEL JUGADOR SERBIO
Talento, carácter y mucha ambición. Esta es la radiografía del jugador serbio sea en el deporte que sea. Algo que explica los tremendos éxitos de un país que vive para y por sus ídolos.
"En un país de nueve millones de habitantes son campeones del mundo en waterpolo, campeones de Europa en voleibol, Djokovic domina en tenis... El trabajo, talento y oportunidad de salir fuera te vuelve loco y una máquina para conseguir lo que quieras para vivir mejor", señala.
Con todo ello, la experiencia en un Belgrado que ha hecho muy suyo le ha enseñado a obtener una perspectiva más amplia del baloncesto y de la vida. Jordi Sampietro se considera un auténtico afortunado de su experiencia vital.
"He aprendido que nadie es mejor ni peor que nadie. Somos muy afortunados con lo que tenemos porque ellos lo han pasado muchísimo peor que nosotros sin tener ninguna culpa", concluyó.
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