ANÁLISIS

Todo lo que el Real Madrid ha perdido con su boicot a la gala del Balón de Oro

Su negativa a acudir al evento en el que se coronó a Rodri, una actitud impropia de su historia, ha erosionado la imagen del club blanco a nivel nacional e internacional

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Sergio R. Viñas

Para entender, que no justificar, el boicot del Real Madrid al Balón de Oro, hay que partir de una cuestión previa. El Real Madrid es un club ganador por definición, así lo define su centenaria historia, la que corresponde al mejor equipo que jamás conoció el fútbol, una leyenda construida a partir de un relato en el que la victoria es el único argumento. El Atlético lucha hasta la extenuación, el Barça juega bien y el Real Madrid gana. El verbo es su identidad, sin necesidad de adverbios o construcciones subordinadas que maticen el análisis. El Real Madrid puede no ganar hoy, pero a la larga siempre lo hace. Esa es su seña.

Alrededor de esa idiosincrasia, apuntalada a base de títulos, especialmente de Copas de Europa, ha construido un clima perenne de miedo escénico que utiliza a su favor y que provoca, entre otras cosas, que nadie en su sano juicio se atreva a celebrar un triunfo en el Bernabéu hasta que el último de los conserjes cierra por fuera la última de las puertas del estadio. El reverso es que una derrota nunca es aceptable.

Por eso, el madridista se levanta todos los días de la cama con la convicción de que va a ganar. No concibe otro escenario. Y el club siente la necesidad de honrar esa necesidad rutinaria que ha ido creando entre su masa social. Pero no hay mayor pecado en la vida que convertir una gran virtud en un defecto. Ser un gran ganador nunca puede implicar ser un mal perdedor. Y el Real Madrid exhibió este lunes, a cuenta del Balón de Oro, una actitud impropia de su historial ante lo que consideró una derrota, una etiqueta más que cuestionable.

Lluvia de premios al Real Madrid

El Real Madrid se declaró, 'sottovoce', indignado e insultado porque no fuera uno de los suyos quien recibiera los laureles del fútbol mundial. En su rabiosa e impulsiva reacción, fue incapaz de ponderar que ese mismo jurado que encumbró a Rodri Hernández iba a gritarle al mundo que tres los cuatro mejores jugadores del mundo, cuatro de seis, defienden su camiseta. Que el mejor entrenador del mundo se llama Carlo Ancelotti. Que no hay goleador como Kylian Mbappé. Que, qué demonios, el Real Madrid fue el mejor club del curso pasado.

Nada de eso le valió al Real Madrid porque solo le interesaba el gran premio para Vinicius (o, en su defecto, para Carvajal) y no lo logró, lo que desembocó en una pataleta que solo puede entender desde la visceralidad y una tendencia al victimismo, todo el mundo están en mi contra, de la que abusa en exceso en los últimos tiempos. O todo o nada.

El entorno de Vinicius, mientras tanto, ya está aplicando una suerte de análisis demoscópico de la votación, cuya conclusión es que su lucha contra el racismo fue la que frustró su Balón de Oro. Así lo reporta la agencia Reuters, citando fuentes próximas al delantero brasileño. Sugerir, sin aparentes pruebas, un contubernio entre 100 periodistas internacionales para que la suma de votos se decantara del lado de Rodri es, cuanto menos, atrevido. Menos grave, aunque igual de ficticio, es concluir, como lo hace el club, que la UEFA y la organización del Balón de Oro no "respetan" a un Real Madrid al que, con justicia, premiaron ampliamente en la gala del lunes en París.

Una pataleta injustificable

Queda el enigma por resolver de por qué el Madrid y el propio Vinicius estaban tan convencidos de que el Balón de Oro era para ellos, una errónea creencia que sin duda multiplicó el enfado y la sobreactuación de cancelar sobre la bocina el viaje a París. Se ha recordado estos días una estrofa del himno del club, la que reza "enemigo en la contienda, cuando pierde da la mano, sin envidias ni rencores, como bueno y fiel hermano". Líneas traicionadas el lunes por una pataleta injustificable que ha merecido una sonora reprobación internacional.

La ignominia la agrava el hecho de que el premiado fuera Rodri, uno de los capitanes de la selección española que levantó la Eurocopa en julio, orgullo nacional. Porque sí, el Real Madrid es un club universal cuya trascendencia no entiende de aduanas, pero es también una proyección al mundo del fútbol español, la más referencial de todas ellas. Boicotear el Balón de Oro implicó también, lo quisiera o no, desairar al fútbol español, que vio, 64 años después del único precedente de Luis Suárez, a uno de los suyos levantar la gran pelota dorada..

No solo eso, sino que, entrando en el análisis de la especulación y de la futurología, es difícil adivinar un refuerzo futuro más adecuado para el Real Madrid que Rodri. Por su condición de español, por su madurez futbolística y por su estilo de juego, por mucho que hoy sea un pilar inamovible del todopoderoso Manchester City. Quizá un gesto como el del lunes no penalice ese escenario hipotético, pero lo que es seguro es que nada ayuda.

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Hoy, en definitiva, el Real Madrid es un poco menos grande que unos días atrás, aunque todavía sea gigantesco y, seguramente, incomparable a ningún otro club en un sinfín de aspectos. El Balón de Oro no fue lo único que perdió. De hecho, el Balón de Oro, más que perderlo, simplemente no lo ganó. A veces, hasta al Real Madrid le pasa eso. Y debería asumirlo con la grandeza que se le presupone.

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