La capitana del FC Barcelona, Alexia Putellas, tocó el cielo con los dedos en Théâtre du Châtelet, de París el pasado lunes. Millones de personas veían en directo cómo la de Mollet del Valles se coronaba como la mejor jugadora de fútbol del mundo, convirtiéndose así, en la tercera futbolista de la historia en conseguir el galardón y la segunda española tras Luis Suárez.
La celebración post-gala, sin embargo, fue efímera, pues la misma noche, Alexia y sus tres compañeras españolas y de equipo, Sandra Paños, Irene Paredes y Jennifer Hermoso, volvieron a Sevilla, donde Jorge Vilda las esperaba para que se reincorporaran con la selección. El martes, el combinado nacional se veía las caras con Escocia en La Cartuja y no podían fallar. Para ello, el seleccionador lo tenía claro, saldrían las tres nominadas y la ganadora de inicio.
Antes de que la árbitra diera comienzo al encuentro, Alexia hizo entrega del Balón de Oro a la afición de 'La Roja'. Compañeras, rivales y los espectadores la aplaudieron mientras cogía con la dos manos el trofeo y lo levantaba al aire. La afición de Sevilla la ovacionó, un homenaje que se repetirá el sábado, primero en el Johan Cruyff antes de su partido contra el Athletic de Bilbao a las 12:00 (CET) y, posteriormente, en el Camp Nou a las 16:15 (CET).
Un éxito colectivo
Alexia, aún abrumada y sin asimilar el éxito, salió al terreno de juego como si de un día normal se tratase sumando así 93 internacionalidades, la jugadora que más acumula de la historia. Volvió a hacer de las suyas y, en otro partido donde el combinado de Vilda dominó de principio a fin, anotó su gol con la selección en el minuto 64.
Fin. 8-0. Abrazos, sonrisas y felicitaciones, y esta vez no especialmente por la goleada. Alexia seguía siendo el centro de atención y una mirada cómplice entre Paños y Paredes desató la locura. Entre las dos blaugranas cogieron a Alexia por detrás y, mientras ella pedía que la dejaran en el suelo, empezaron a mantearla. Se unía a la fiesta primero Ona y la siguieron Leila, Mariona y todas las demás compañeras.
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La fiesta solo acababa de empezar. Con gritos de "Balón de Oro" todas las internacionales gritaban, saltaban y rodeaban a la mejor jugadora del mundo. El festival se trasladó al vestuario y, más tarde, al hotel. No existía mejor manera de acabar la última concentración del año.